Una carta sobre Ciudad Juarez


Me pregunto si es igual un domingo con lluvia que un martes con lluvia;  tal vez lo que me estoy preguntando es más bien si hay alguna diferencia entre la lluvia de Ciudad Juárez y la de Ripa – quizá cabría preguntarse sobre la diferencia entre una ciudad extensa, fronteriza, violenta y problemática y una ciudad medieval construida sobre una montaña con vista la mar – pero no, lo que me interesa es la lluvia.            
 
En Ciudad Juárez llovió varias veces con furia en lo que estuve allí, el patio de nuestro Anexo se inundó mientras todas mirábamos el lago que se iba formando y oímos la caída desesperada del desagüe sobre el piso. 
 
Ciudad Juárez es una ciudad de calles grandes en las que últimamente se acumula la tristeza del lugar abandonado y la desolación de los habitantes que poco a poco pierden los restos de esperanza. Estuve allá 2  semanas a fines de agosto, hoy escribo desde Ripa, en el centro de Italia. 

Qué fui a hacer a Ciudad
Juárez? Fui a conocer un proyecto y no fue predecible que volverme parte del grupo fuera una experiencia tan gratificante. 

“No vayas a Ciudad Juárez, se están justo metiendo a los anexos a matar gente”, me dijo más de una vez algún amigo m
ío antes de ir; supongo que todos queremos evitar el peligro, pero me pregunto: tenemos siempre idea de qué es y qué no es peligroso? Cuánto limitamos nuestras acciones por temores reales o imaginarios? Qué tan despierto mantenemos el instinto natural que nos protege del peligro?

Cómo es  vivir en un anexo? En nuestro anexo de Juárez nos levantábamos con un grito a las 6 de la mañana: baño (con agua caliente, qué privilegio!); desayuno (con buena comida) e iniciaba el curso.  
La vida de un anexo puede ser muy variada, depende de las personas que estén a cargo y de la filosofía de base del lugar, a menudo hay toda clase de abusos y agresividad - esto lo oí decir allí mismo, porque casi todas las mujeres que allí se encontraban tenían experiencias precedentes – estar en un anexo exento de violencia y abierto a la aceptación, para muchas fue novedad.  
El Ave Fénix es un proyecto que hace una labor noble. Se originó en Cuernavaca y ahora hay en Chuhuahua casas para hombre y mujeres que ofrece un programa de recuperación a personas adictas en el cual adem
ás las prepara para su reintegración en la sociedad. El programa dura 2 meses, yo estuve las últimas dos semanas, fui parte del tercer grupo de mujeres que terminó en Ciudad Juárez este curso. Para algunas mujeres, terminar el curso significa regresar a la sociedad después de años de cárcel o de una degradación casi vital por el efecto de las drogas y el desarraigo. 
Para mí significó conocer la historia de vida de algunas mujeres que han sufrido y han sido condenadas por la sociedad o por sí mismas; compartir en manera  constante e íntima el espacio y las vivencias; significó integrarme a un grupo que no tiene donde ir ni qué perder, despojado de prejuicios y crítica.
 
El curso que conocí está diseñado para reconocer que se puedes estar enfermo del cuerpo, de la mente y de las emociones  o el alma pero que hay modos de curarlo. La metodología fue diseñada por Raymundo Leal y ofrece una guía sistemática que, queriendo, nos lleva hasta lo lejano de la memoria y lo íntimo del alma. El ambiente que el mismo curso crea estimula la meditación y la transformación.  La primera semana es de reflexión sobre nuestras vidas, usando como base el tema de "Quien es el Hombre", para buscar de donde han salido nuestras conductas y compartir nuestras historias de vida en tribuna. Posteriormente buscamos perdonar y  perdonarnos para concluir en como salir de las conductas que nos hacen daño. La última semana es un encuentro con nosotros mismos y con la imagen espiritual de la que somos parte. La inspiración es cristiana y se usa la Biblia como base de Sabiduría y discusión. 

Yo ahora no voy a ningún lado sin un instrumento y la guitarra que me acompañó a Juárez, allá se quedó, la regalé. Cantamos juntas todas las tardes, acercándonos cada vez más través de la música. Lo que tampoco hubiera podido adivinar era que escribiría 5 canciones para el Ave Fénix.
Reconozco siempre con más claridad el papel que la música puede desempeñar como recurso de integración y armonización en un grupo definido. Al final del curso, en la ceremonia de clausura, cantamos una canción que escribimos juntas y las participantes lo tomamos todas con seriedad y devoción, fue emotivo para todos: 
“como el Ave Fénix quiero resurgir, porque a pesar de todo, vale la pena vivir...”

A Raymundo Leal, a quién respeto y admiro, le agradezco la invitación. 
 
Aquí la llovizna no deja de caer; en Ciudad Juárez llovía en modo torrencial, para dar paso al sol.

Theresia Bothe